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miércoles, 27 de febrero de 2008

Benbenuta

Sólo hoy, luego de muchos días logro retomar el ejercicio público y personal, que inicié con este espacio.


Y es que el pasado 17 de febrero, abandonó su cuerpo mi amada madre de vida Benilde Muguerza de Llavananeras.


A pesar de la certeza, como lo abordé con los niños, de que Benbenuta, tenía pases VIP al lado del Padre; no deja uno de pensar humanamente en lo que las ausencias generan.


La abuela de mis hijos, nunca fue lo que puede llamarse una suegra tradicional.

Desde el mismo instante que entré en su familia con tan sólo 18 años, nuestras afinidades se hicieron cada vez más brillantes, y nuestra amistad y cariño más sólida. Tanto, tanto que, ni mi divorcio, ni la distancia, pudieron detener el crecimiento de nuestro amor.


Beni, pasó también a ser un ángel de la guarda en vida, pues tenía el buen tino de aparecer siempre que más la necesitaba.


Nunca tuve que maquillar con ella el tamaño de mis iras, o la vivacidad de mis siempre sagitarianos arranques.


Siempre supo aplicar y saber que nada era personal.



Entonces, en más de una ocasión nuestros ímpetus se unían, y realmente esa Leo y yo podíamos tomar por asalto un cuartel y bajarle el rango a más de un general.


O armar un lío de proporciones apoteósicas por el abuso de alguna de nuestras líneas aéreas, congregando y alborotando a nuestros congéneres. Y de cuando en cuando, en esas innumerables idas y vueltas, hacia nuestro sitio de poder "La Gran Sabana", nos jactamos de detener el viaje en medio de la noche, cuando un trasnochado chofer excedía la velocidad, o pretendía montar a todos los pasajeros de otra unidad accidentada, y seguir como si nada.


Genial eran las reacciones de los machos cabríos de querernos dar un puño y no poder por nuestra feminidad (jejejejejej).


No teníamos a dueto, remilgo alguno para regatear precios, y era siempre un honor salirnos con las nuestras.


En la cocina Doña B, era clase aparte, y aunque muchos platos quedan más en mi memoria que en mi práctica, no olvidaría jamás como curó mi antojo de crema de berro, durante mi primer embarazo. Las cremas eran uno de sus fuertes, como parte de su pasantía por Francia.



Tomarse una cerveza fría, "gelada" en el mediodía ardiente de Puerto Ordaz podía ser uno de nuestros más queridos rituales.


Benilde era esa mujer que logró asumir todos los cambios de su vida, a sus 82 años estaba no sólo muy bien de salud, sino que su energía era la envidia de todos.


Para sus nietos era la súperabuela. Esa que palm y celular en mano, nunca supo de jubilación, ni de desistir. La abuela que recorría los 1400 kilómetros que separan Caracas de Santa Elena de Uairén, casi siempre por tierra, como si nada.


Desde pequeña cuentan, y ella confirmaba, era tremenda. Dándose la mano con los varones de su hogar, no en vano el chiflido de B, era tan fuerte que servía de enlace, para reunir en el acto a cualquier hijo. Su chiflido era un sello personal, que la acompañaba, y era parte de su legado.


Pero activa, también se adaptó al nada sencillo papel de esposa de un militar.


Y lo asumió con todas sus consecuencias. Fue la hermosa mujer que engalanó la vida del Coronel Eduardo Alberto Llavaneras Carrillo. La que le dio seis hijos, cinco varones y una niña. Todos ellos vivos hoy. Esa que lo fortaleció en sus ascensos, la que le dio la magia a su paso como agregado militar en Europa, y la que apoyó sus históricas decisiones como oficial, que le valieron no sólo el exilio, la baja, sino la crisis económica.


Y entonces se quitó la pámela, el traje entallado y los tacones de aguja, y vendió su anillo de diamantes, para comenzar otra vida.


De sofisticada mujer del coronel, a la empresaria de una lejana estación de servicio de combustible en la frontera de Venezuela con Brasil. Hasta allí siguió consecuente. Y aprendió lo que nunca imaginó. Se sabía la carretera de memoria desde que ésta era de tierra, y gerenciaba los camiones y a los camioneros que surtían el nuevo negocio familiar.


Por eso, si su despedida hubiera sido al sur, en el cementerio la cosa hubiera sido diferente, a la familia unida, a los Muguerza y a los Llavaneras los hubiera acompañado un tropel de camiones, en estrepitoso ruido, y no menos cantidad de choferes de autobuses con sus unidades, y no habrían faltado los taxistas del pueblo, pues era buena clienta, pero difícil, porque casi siempre optaba por caminar.


Por supuesto, habrían asistido al sepelio los vendedores de repuestos, que reconocían el daño del camión por el ángulo de inclinación con el que la delgada dama llegaba.


Alma, otra de las nueras amadas (nos amó a todas), dijo: habría sido entonces un entierro malandro.


Y nos reímos y lloramos, porque ella era así. Elegante y práctica, soberbia y sencilla.


Beni que estás bien, sé que estás mejor, sé que ahora estamos más juntas. Pero si este diciembre ya fue difícil sin , por mi decisión de viajar. No imagino las navidades sin tus amores, sin tus carreras, sin tu energía.


Eres lo que un maestro nos definió como Diosa Madre, esa que convoca a su alrededor a todos, la mediadora.


Ruego porque tu presencia espiritual nos siga convocando, nos estimule al logro, a no claudicar. Porque tu luz infinita ilumine a tu descendencia. Sobre todo, a esta hermosa generación que te honra.


Yo le doy gracias a Dios por haberte puesto en mi camino, por haberme dado la gracia divina de tu amor.



Julieth






sábado, 9 de febrero de 2008

Los Cibervírgenes

Tengo el retrato imaginario bien claro.

Casi cómo las escenas de hielo seco en Macondo. Todos frente a la computadora, leyendo mis espacios, viendo sus propias imágenes, colocadas a la manera de quien llegó luego de 15 años como si el tiempo no hubiera pasado.

Lo que para unos es tan cotidiano como chequear sus correos, o navegar, ha sido deliberadamente obviado por quienes protagonizan este cuento.

Javier y Gloria, son mis primos amados, con quienes los nexos son tan fuertes, que fácilmente sirven para explicar esa clase de amor, de ritmos y dimensiones distintas, cuya fortaleza es ser sin más.

No importa cuanto hablemos, o no. Cuánto nos veamos a no. Somos cósmicamente compatibles y ya.

Lo lindo es que esa complitud, ese ser, lo hemos ido extrapolando a otros seres, a otros amores, y así mis hijos son sus hijos, y sus amores son los míos.

Empezamos hace años a comunicarnos por cartas, unas más seguidas que otras, unas con letra cuidada, otras al garete. Pero esas correspondencias nos unían . De hecho, y eso será motivo de otra descarga bloguera, creo que hay que retomar las cartas. Pues ellas traen consigo, mucho más que el texto. Invocan más significados.

Luego fueron cassettes que aún viven...con música, anécdotas y recuerdos, con otra voz, con las mismas ganas.

Bueno, Javi y La Ñata (Gloria), andan por este siglo como quien anda libre de ataduras, las de hoy por supuesto tecnológicas. Sin celulares, sin conexiones, sin que se les caiga el sistema.

Así que el domingo pasado, me hicieron un regalo, y se reunieron en torno a Melissa, quien es el mejor interfaz que hemos podido tener.

Melissa, futura socióloga, es hija de Yorladis, ellas son de esos amores extendidos y extrapolados de los que hablaba al principio.

Esta belleza estuvo haciendo sus pininos como iniciadora de los cibervírgenes.

Resultados: ¡aún no muy claros!

Lo cierto es que tengo la duda casi antropológica, no sé si dejarlos vígenes y sin lastres tecnológicos o arrastrarlos aunque sea a tientas a este mundo en el que yo me muevo aún con bastón.